El discurso político internacional de Venezuela y la realidad cotidiana de sus trabajadores han abierto una dolorosa brecha que define el nivel de popularidad del Gobierno de Nicolás Maduro. No es un país de sombras, sino dos países enfrentados: uno épico y geopolítico, el otro de supervivencia y dignidad.
Cuando uno compara el discurso oficial con lo que vive una trabajadora de la educación, se da cuenta de la desconexión del gobierno con el problema que realmente está desgastando su base social: el derrumbe del poder adquisitivo del salario.
El contraste de narrativas: Dos Venezuelas en un solo territorio
El primer discurso, proveniente de una vocera internacional, pinta una Venezuela triunfalista, inmersa en una «batalla hermosa por la humanidad». En esta narrativa:
Se presume un crecimiento económico superior al de la región.
Se celebra la soberanía alimentaria, con el 96% de lo consumido producido en el país.
Se muestra un incremento de las reservas internacionales de más del 32% en 10 meses.
Se atribuyen las dificultades únicamente a las agresiones, bloqueos y amenazas militares del imperialismo norteamericano, que, paradójicamente, han cohesionado a la nación.
Esta es la Realidad A: La Venezuela Geopolítica y Triunfalista. Su métrica de éxito es la resistencia y la victoria política sobre la agresión externa.
Frente a esta visión, el testimonio de una docente es un grito de dolor y una dosis de realidad sin filtros:
«Yo recibí el abono a mi cuenta de 3000 bolívares (+/- 14 dólares). Mi aguinaldo de octubre. Y yo no sé si de verdad me dio rabia, impotencia, o si me embargó una profunda tristeza. ¿Hasta cuándo la burla?»
Esta es la Realidad B: La Venezuela de la subsistencia y la dignidad perdida. Su métrica de fracaso es un salario que «no me da ni para comprar el desayuno» y que la hace sentir menos remunerada que un vendedor informal.
La distancia entre ambas visiones se resume en este cuadro:
La Crítica: Dos enemigos, una sola crisis
Es un hecho innegable que Venezuela enfrenta una guerra económica que incluye sanciones y agresiones externas. Reconocer esta amenaza foránea es un imperativo político y patriótico. Sin embargo, la mayor falacia de la retórica oficial es pretender que la defensa de la soberanía basta para sostener la moral y la vida de la población.
La crítica fundamental es que el Gobierno de Maduro, a pesar de las agresiones y otras amenazas, ha permitido el surgimiento de un enemigo interno que es igualmente devastador: la indiferencia gubernamental en materia salarial.
¿De qué vale la «seguridad social de referencia» que enarbolan los voceros oficiales si los pilares de esa sociedad (como los educadores y médicos) deben elegir entre su vocación y su alimentación?
¿Qué valor tiene la «recuperación económica» si el ingreso promedio de un docente es apenas una pequeña fracción del costo de la canasta básica de alimentos?
La disyuntiva del venezolano de a pie no es si apoya o no la soberanía; es cómo sobrevive a la próxima semana con un sueldo que se evapora. La pregunta de la maestra: «¿Qué me motiva?» es la pregunta que se hace toda la burocracia, la salud y la educación pública de Venezuela.
Exigencia prioritaria: Un salario digno como acto de soberanía
Para recuperar la confianza popular y estabilizar el país, el gobierno debe actuar con urgencia y sinceridad:
Reorientar la prioridad: El tema salarial y la recuperación del poder adquisitivo deben pasar a ser la prioridad de Estado, incluso por encima de la retórica política. La defensa de la patria comienza garantizando la dignidad de quienes la construyen.
Sincerar la economía: La narrativa de la «recuperación» debe reflejarse en un aumento sustancial del salario real, anclado a la canasta básica y deslastrado del esquema de bonos insuficientes que no inciden en los beneficios laborales.
Dignidad laboral: Se debe establecer un sistema de remuneración que dignifique la labor profesional del sector público. Permitir que una maestra sienta que su trabajo es una «mediocridad de remuneración» es hipotecar el futuro de la educación nacional.
El Gobierno de Maduro está obligado a resolver la contradicción entre la imagen de fortaleza que proyecta al exterior y la miseria que padece el sector público en el interior. La patria no solo se defiende con fusiles, sino con salarios justos. Ignorar esta realidad económica no es solo un error de gestión, sino el factor determinante que condena a la impopularidad y perpetúa la existencia de dos Venezuelas desangradas por el mismo conflicto.
En las redes sociales, el debate sobre la devaluación del bolívar se ha simplificado hasta el absurdo. Por un lado, encontré a un influencer chavista-madurista argumentando que si el dólar sube no hay problema porque los salarios se indexan. Por otro lado, un opositor, con la misma falta de profundidad, se centra en la pérdida instantánea de valor de los bolívares en la cartera de la gente. Ambos, sin embargo, fallan en entender la causa raíz del problema.
Como economista con una perspectiva postkeynesiana, quiero ir más allá de esta confrontación estéril y explicar por qué la devaluación es un proceso perverso y quién es realmente responsable de él.
La Falacia de la Indexación: Una Ilusión de Estabilidad
La indexación de salarios, como la del ingreso mínimo vital de $160, crea una ilusión peligrosa en tiempos de devaluación diaria, que es continua, que no se detiene por nada. Pretende convencer a la gente de que su ingreso está protegido, pero en realidad, es una medida reactiva, no preventiva. Incluso, los ajustes salariales no son instantáneos; ocurren después de que el bolívar ya se ha devaluado.
Aquí es donde entra en juego el Efecto Retraso (Lag), que significa que en el lapso entre la subida del tipo de cambio y el reajuste del ingreso, el poder adquisitivo de los bolívares que las personas tienen en sus manos se desvanece. Los precios de bienes y servicios ya se han fijado al nuevo «dólar del día», haciendo que las familias sean progresivamente más pobres. Valga decir, viven entrando y saliendo de la pobreza cada cierto tiempo.
Además, en el caso venezolano, la indexación lejos de ser una medida correctiva del poder adquisitivo de la población y de los ingresos del Estado a través del ajuste del valor de los servicios públicos, legitima la devaluación. En lugar de resolver el problema de fondo, el Estado y las empresas participan en un ciclo vicioso de devaluación que pulveriza el ingreso de la población en bolívares, generando la inflación perversa que siempre tenemos.
Y seamos claros: la indexación no llega a todos por igual. Mientras el salario mínimo legal y las bonificaciones se anclan al dólar, el resto de los ingresos de la gente, como aguinaldos y prestaciones, no se ajustan al mismo ritmo. Esto crea una asimetría perversa donde los precios suben sin descanso, mientras que el ingreso fijo se devalúa constantemente.
La Verdadera Causa: La Política Cambiaria del Estado
Para entender lo que realmente está pasando, debemos mirar quién controla las divisas en Venezuela. Como economista, te digo que más del 95% de los dólares que entran al país provienen del Estado, principalmente de la renta petrolera. El sector privado apenas genera un 2%. Esto convierte al Estado en el principal, casi único, proveedor de divisas.
El problema radica en lo que el Estado hace con esos dólares. En lugar de usarlos para estabilizar la economía de forma estructural, los vende directamente al mercado a través del Banco Central de Venezuela (BCV). El BCV se convierte en el actor central de un mercado cambiario especulativo. Sus intervenciones, lejos de resolver la inestabilidad, convalidan una nueva tasa de cambio más alta cada vez que la inflación se acelera. En esencia, el BCV «baja la santamaría» y vende dólares para contener el tipo de cambio, pero esto es un parche, no una solución de fondo. El BCV es el que está facilitando esa devaluación con cada venta de dólares.
Una Solución Postkeynesiana: Fondo de Estabilidad y Préstamos
La solución no es intentar controlar el precio del dólar, sino cambiar la forma en que se administran las divisas.
Mi propuesta es que el Estado deje de vender sus dólares petroleros y canalice esos recursos hacia un Fondo de Inversión Soberano o de Estabilidad Macroeconómica. La idea es que estos dólares no se usen para alimentar la especulación cambiaria, sino para generar riqueza a largo plazo y servir como reserva.
En lugar de vender las divisas, el Estado debería canalizarlas a través de un mecanismo de préstamos retornables. Los empresarios que necesiten importar bienes de capital, insumos o materias primas accederían a estos dólares en calidad de préstamos a tasas de interés bajas. Este modelo tiene varias ventajas:
Incentiva la productividad: Las divisas se usarían para generar valor agregado en la economía real, no para importaciones suntuarias o especulación.
Fomenta la responsabilidad: Al tener que devolver el préstamo, el sector privado tendría un incentivo para usar el capital de manera eficiente.
Protege las reservas: Los dólares del fondo se regenerarían con la devolución de los préstamos, creando un ciclo virtuoso de inversión.
Aísla al Estado de la especulación: El Estado dejaría de ser el principal «vendedor» de dólares, saliendo de la dinámica perversa del mercado cambiario.
La devaluación en Venezuela no es un problema de ignorancia, ni de indexación. Es una consecuencia directa de una política económica insostenible, donde el Estado, como único generador de divisas, inyecta dólares en un mercado que los pulveriza, alimentando un ciclo de inflación y devaluación que empobrece a toda la sociedad.
La verdadera «cátedra» es que la solución no está en ajustar salarios reactivamente, sino en construir una economía productiva donde los dólares sean un medio para la inversión y el crecimiento, no una mercancía para la especulación.
(*) Economista, con Doctorado en Economía (2024) y en Gerencia (2012) y post doctorado en Gerencia (2018), Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional de la UCV (2009), y Magister en Gerencia Pública para Directivos Iberoamericanos UNED-España (2004).
La hegemonía del dólar estadounidense como principal moneda de reserva global, aunque persistentemente dominante, está experimentando un declive gradual pero constante. Este proceso, comúnmente denominado «desdolarización», no se manifiesta como un colapso inminente, sino como una diversificación estratégica impulsada por una reevaluación fundamental del riesgo por parte de los bancos centrales.
El análisis de la composición de las reservas internacionales desmiente la noción de un simple cambio de paradigma donde el euro o el yuan sustituyen al dólar. En cambio, revela que el principal beneficiario del descenso de la cuota del dólar es un grupo de monedas no tradicionales de economías pequeñas y bien gestionadas.
Este fenómeno es un testimonio de la búsqueda de autonomía financiera y resiliencia institucional frente a la creciente instrumentalización de la moneda con fines políticos. Los gestores de reservas, motivados por la necesidad de mitigar el riesgo de sanciones, están remodelando lentamente el sistema financiero internacional hacia un modelo más fragmentado y multipolar, en el que el oro también ha resurgido como un activo de refugio por excelencia.
1. La Nueva Era de la Gestión de Reservas Internacionales
El sistema financiero global ha operado durante décadas bajo el predominio indiscutible del dólar estadounidense. Desde la transición posterior a Bretton Woods, y consolidado tras la crisis financiera de 2008, el dólar ha servido como la piedra angular del comercio internacional, la deuda y los activos de reserva. Este rol central otorga a Estados Unidos un «privilegio exorbitante», un término acuñado por el exministro de Finanzas francés Valéry Giscard d’Estaing para describir la ventaja que tiene una nación cuya moneda es el principal medio de reservas y pagos transfronterizos a nivel mundial.
Sin embargo, en la última década, ha surgido una dinámica sutil pero significativa. A continuación se examina la tendencia de la «desdolarización», un proceso que no implica el abandono total del dólar, sino una reducción gradual y estratégica de su participación en las carteras de reserva global. Esta evolución es un reflejo directo del riesgo percibido por los gestores de reservas, quienes se ven obligados a reevaluar sus activos a la luz de los desarrollos geopolíticos contemporáneos.
El análisis se basa en una síntesis de datos históricos y proyecciones, inferidas a partir de la información del informe trimestral sobre la Composición de las Reservas Oficiales de Divisas (COFER) del Fondo Monetario Internacional (FMI), un instrumento fundamental para comprender las tendencias en la composición de las carteras de los bancos centrales.
2. La Evolución de la Composición de las Reservas (2015-2030)
La evolución de la composición de las reservas internacionales entre 2015 y 2030 revela una narrativa compleja que va más allá de un simple ajuste de mercado. La Tabla X, que presenta la composición de las reservas globales, sirve como el eje central de este análisis, ilustrando los cambios estructurales que están en marcha.
Tabla 1. Composición Global de las Reservas Internacionales (Participación porcentual)
Los datos del FMI confirman que la cuota del dólar estadounidense en las reservas de divisas asignadas ha extendido un declive de dos décadas, cayendo a 57,7% en 2025, lo que representa una disminución del 12,2% desde 2015. A pesar de esta disminución en el uso como reserva, el dólar mantiene su papel predominante en el comercio internacional, la deuda y los pagos globales. La lentitud de este declive se explica por la inercia sistémica y la profundidad y liquidez insuperables de los mercados financieros estadounidenses. Sin embargo, la constante reducción de su cuota es una prueba de que un factor de cambio estructural más profundo está en juego.
Una de las conclusiones más reveladoras es que la reducción en la cuota del dólar no se ha visto compensada por aumentos significativos en las participaciones de las otras monedas de reserva tradicionales, es decir, el euro, el yen o la libra esterlina. El euro ha fluctuado, mientras que el yen y la libra esterlina han experimentado un declive gradual. Este hecho desmiente la tesis de un simple traspaso de la hegemonía del dólar a otro polo de poder único. En cambio, se observa un fenómeno de diversificación hacia una cesta más amplia de monedas.
El verdadero motor de la desdolarización es el ascenso colectivo de las monedas no tradicionales. El FMI ha documentado que las monedas de economías pequeñas, abiertas y bien gestionadas, como los dólares australiano y canadiense, el won surcoreano y la corona sueca, han absorbido gran parte del cambio de los dólares. La categoría de «Otras monedas» en el cuadro ha crecido un 123,9% entre 2015 y 2025. El atractivo de estas monedas se debe a una combinación de factores como mayores rendimientos, políticas estables y transparentes, y el desarrollo de nuevas tecnologías financieras que facilitan su negociación.
Paralelamente, el yuan chino (renminbi) se perfila como un claro beneficiario de la desconfianza geopolítica. Si bien su participación en las reservas globales se ha mantenido relativamente estable hasta 2025, la proyección muestra una escalada drástica para 2030, con un aumento del 161,9%, lo que refleja una búsqueda de autonomía financiera que no se limita a las grandes potencias. Este crecimiento proyectado sugiere que la política de sanciones y el desarrollo de sistemas de pago alternativos como el CIPS (Sistema de Pago Interbancario y Transfronterizo de China) están ganando tracción, erosionando lentamente la dependencia del dólar y su sistema asociado.
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(*) Economista, con Doctorado en Economía (2024) y en Gerencia (2012) y post doctorado en Gerencia (2018), Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional de la UCV (2009), y Magister en Gerencia Pública para Directivos Iberoamericanos UNED-España (2004).
El contenido de este artículo es parte del libro: “El Fin del Castigo Silencioso: De las Sanciones Económicas a la Seguridad Recíproca” en proceso de publicación.
En los últimos años hemos profundizado sobre el manejo de la renta petrolera en Venezuela. Ha sido una línea de investigación que ha permitido develar los elementos críticos que mantienen a un país rico en recursos naturales en uno de los más pobres del mundo, a pesar de tener más de 120 años de desarrollo petrolero.
Situación que se ha sentido con más fuerza durante el gobierno de Nicolás Maduro debido a factores estructurales y coyunturales que afectan a la industria petrolera nacional.
Las investigaciones apuntan sobre la necesidad histórica de cambiar el modelo actual de gestión de las divisas que genera la renta petrolera, que lejos de beneficiar a la sociedad y la economía nacional, más bien mantiene la cultura del llamado “rentismo parasitario”, que beneficia a pocos y empobrece al resto de la sociedad en términos generales.
A continuación se presenta la propuesta Andrés Giussepe, Doctor en Economía y Gerencia de la Universidad Central de Venezuela, sobre gestión de la divisas petroleras de las divisas que genera en un 95% Petróleos de Venezuela, S.A., como un punto de partida para la verdadera transformación y cambio de paradigma gubernamental.
Pasos para una verdadera revolución economica en Venezuela
La transición de un modelo de venta directa de dólares a uno basado en un Fondo de Estabilidad Macroeconómica o de Inversión Soberano no es una tarea fácil pero tampoco imposible. La mayoría de los países con las mismas características que Venezuela como Noruega, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita e Irán.
Por ejemplo, en el caso de Irán, tiene un fondo soberano de inversión denominado el Fondo Nacional de Desarrollo, establecido en 2011 para reemplazar al antiguo Fondo de Estabilización del Petróleo. El objetivo es similar al de otros fondos soberanos de países productores de petróleo, como el de Noruega: transformar una porción de los ingresos provenientes de la venta de recursos naturales (petróleo, gas, etc.) en una riqueza sostenible e inversiones productivas, con el fin de preservar una parte de la riqueza para las futuras generaciones.
Para que Venezuela asuma ese modelo de gestión de las divisas petroleras, exige un cambio radical de mentalidad y de política económica, para la cuál, debe ser gestionada con cuidado para evitar shocks abruptos.
A continuación, se esboza los pasos clave y las consideraciones esenciales para implementar este nuevo modelo.
Fase 1: Preparación y Anuncio (1-3 meses)
1. Auditoría y Transparencia: El primer paso es realizar una auditoría completa de las reservas internacionales y de los ingresos petroleros. Se debe anunciar públicamente la creación del Fondo, sus objetivos, sus reglas de operación y los criterios de elegibilidad para los préstamos. La transparencia será clave para generar confianza, tanto en el sector privado como en la ciudadanía.
2. Marco Legal e Institucional: Se debe crear un marco legal sólido que le dé autonomía al Fondo. Una junta directiva independiente, formada por economistas, expertos en finanzas y representantes del sector privado y de la sociedad civil, debe ser establecida. Esto evitaría que el Fondo se convierta en una caja chica política.
3. Mecanismo de Préstamos: El Banco Central de Venezuela (BCV) o un nuevo ente financiero debe encargarse de la administración de los préstamos. Se establecerán criterios claros y objetivos para los solicitantes, priorizando proyectos productivos, exportadores y que generen valor agregado y empleos. Se debe enfocar en sectores estratégicos como el agroalimentario, la manufactura y la tecnología.
Fase 2: Implementación Gradual (6-12 meses)
1. Reducción Progresiva de la Venta de Dólares: El BCV no puede dejar de vender dólares de la noche a la mañana. Esto crearía un shock cambiario masivo. En su lugar, se debe anunciar un cronograma de reducción progresiva de las ventas. Por ejemplo, en el primer mes se reducirán las ventas en un 10%, en el segundo en un 15%, y así sucesivamente.
2. Canalización de los Dólares Hacia el Fondo: A medida que se reducen las ventas, los dólares que antes se destinaban al mercado especulativo se irán depositando en el Fondo. Este capital inicial será la base para comenzar a otorgar los primeros préstamos.
3. Lanzamiento del Programa de Préstamos: Se comenzará con un programa piloto de préstamos a un grupo selecto de empresas con proyectos sólidos. Estos primeros préstamos serán una prueba de concepto y permitirán refinar el proceso y los criterios. Las tasas de interés deben ser competitivas, pero no tan bajas como para incentivar el rentismo.
4. Educación y Comunicación: Es fundamental lanzar una campaña de comunicación masiva para explicar a la población y al sector privado cómo funciona el nuevo modelo. Se debe desmitificar la idea de que la devaluación es inevitable y explicar cómo los nuevos préstamos benefician a la economía en su conjunto, generando más empleo y producción local.
Fase 3: Consolidación y Expansión (1-3 años)
1. Evaluación y Ajuste: El Fondo deberá realizar evaluaciones periódicas del impacto de los préstamos en la economía. Se analizará si los proyectos financiados están cumpliendo sus objetivos de producción, exportación y generación de empleo. Con base en estos resultados, se ajustarán los criterios de elegibilidad y las reglas de operación.
2. Apertura a Nuevas Fuentes de Divisas: Con el tiempo, el modelo podría expandirse para incluir otras fuentes de divisas, como los ingresos por exportaciones no tradicionales, lo que ayudaría a reducir la dependencia del petróleo.
3. Estabilización del Tipo de Cambio: A medida que el modelo se consolide y el Estado deje de ser el principal jugador en el mercado cambiario, el tipo de cambio tenderá a estabilizarse. Sin embargo, en un entorno postkeynesiano, el objetivo no es un tipo de cambio fijo, sino uno estable y predecible, que no sea una fuente de inestabilidad macroeconómica.
Retos y Riesgos de la Transición:
1. Resistencia Política: La principal oposición vendrá de aquellos que se benefician del actual sistema, ya sean empresarios que importan bienes suntuarios o sectores del gobierno que utilizan los dólares para fines políticos.
2. Inflación en el Corto Plazo: Es posible que, en las primeras etapas, la reducción de la oferta de dólares en el mercado especulativo genere una subida temporal de la inflación. Sin embargo, este efecto se mitigaría a medida que la producción local comience a reactivarse y los préstamos rindan sus frutos.
3. Selección de Proyectos: El éxito del modelo dependerá de una selección rigurosa de los proyectos a financiar. Un mal manejo de los préstamos podría generar pérdidas para el Fondo y desacreditar la iniciativa.
En definitiva, la transición hacia un modelo de Fondo de Estabilidad no es solo una medida económica; es un proyecto de desarrollo nacional a largo plazo. Requiere voluntad política, disciplina fiscal y una visión de futuro que priorice la producción y la inversión sobre la especulación.
Venezuela, un país bendecido con vastas reservas de hidrocarburos, ha transitado por una senda económica marcada por una política de asignación de divisas centralizada y discrecional. Históricamente, el Estado, a través del control casi monopólico de las divisas petroleras, ha asumido el rol de principal «repartidor» de dólares para importaciones, ahorro e incluso gasto público. Esta política, lejos de ser un motor de desarrollo, ha demostrado ser un freno, generando distorsiones, ineficiencias y una dependencia crónica del rentismo petrolero.
Desde el inicio de la industria petrolera la Economía Política de las divisas en Venezuela, la transferencia irreversible de divisas está vinculada a la discrecionalidad en la asignación de recursos escasos. Cuando el Estado vende divisas sin condiciones, crea incentivos para la captura rentista y la fuga de capitales, en lugar de promover inversiones productivas. Este fenómeno se agrava cuando las divisas son utilizadas para financiar importaciones innecesarias o repatriación de utilidades, en lugar de fortalecer la capacidad productiva interna.
Ese comportamiento estatal se ha regido por lo que el Doctor Andrés Giussepe denomina como el «Principio de transferencia irreversible de divisas sin contraprestación productiva», que se entiende como un proceso mediante el cual el Estado centraliza los ingresos en moneda extranjera generados por las exportaciones de recursos naturales (principalmente petróleo), pero en lugar de reinvertirlos estratégicamente en actividades económicas con retornos tangibles (como industrialización, tecnología o infraestructura), los transfiere directamente a actores privados o externos bajo modalidades que no garantizan beneficios productivos para la economía nacional. (Giussepe, julio 2025)
Conceptos Generales de Generación de Divisas
La entrada de divisas a un país se nutre principalmente de las siguientes fuentes:
Exportaciones de Bienes y Servicios: La venta de productos y servicios al mercado internacional.
Inversión Extranjera Directa (IED): Flujos de capital que empresas o individuos de un país invierten en activos productivos en otro.
Remesas: Dinero enviado por ciudadanos que trabajan en el extranjero a sus familias en su país de origen.
Turismo: Gasto realizado por visitantes internacionales.
El sector privado contribuye a través de la exportación de bienes y servicios, la atracción de IED y, en menor medida, mediante remesas privadas. El sector estatal, por su parte, genera divisas principalmente a través de exportaciones de empresas públicas (especialmente en industrias estratégicas como petróleo, gas o minería), préstamos del sector público en mercados internacionales y la gestión de las reservas internacionales oficiales.
Crítica a la Política de Asignación Discrecional de Divisas
La práctica de la asignación estatal de divisas a diversos actores económicos y sociales, si bien pudo haber tenido intenciones de control y equidad en su origen, ha desembocado en una serie de consecuencias negativas:
Fuentes de Corrupción y Discrecionalidad: Cuando el Estado es el único o principal proveedor de divisas, se crea un sistema donde el acceso a esos dólares se convierte en un privilegio. Esto ha abierto la puerta a la corrupción y la discrecionalidad, donde la cercanía al poder, y no la eficiencia o productividad, determinaba quién obtenía las divisas. Las «cocinas de importaciones» se convirtieron en un eufemismo para esquemas donde se obtenían dólares preferenciales para bienes que no se importaban o se sobrefacturaban, drenando el patrimonio nacional.
Destrucción del Tejido Productivo Nacional: Al facilitar la importación a tipos de cambio preferenciales (artificialmente bajos), se hizo más rentable importar que producir internamente. Esto asfixió a la industria nacional, que no podía competir con bienes extranjeros subsidiados por una divisa barata. El resultado fue una desindustrialización progresiva y una economía cada vez más dependiente de las importaciones, incluso de productos que Venezuela tenía la capacidad de producir.
Fomento de la Especulación y la Fuga de Capitales: La existencia de múltiples tipos de cambio y la expectativa de devaluaciones futuras incentivaron la especulación. Quienes tenían acceso a divisas preferenciales podían venderlas en el mercado paralelo a un precio mucho mayor, obteniendo ganancias exorbitantes. Esto no solo descapitalizó al país, sino que también estimuló la fuga de capitales, ya que se buscaba resguardar el patrimonio en monedas fuertes ante la inestabilidad del bolívar.
Ausencia de un Mercado Cambiario Funcional: La asignación estatal de divisas impidió el desarrollo de un mercado cambiario transparente y eficiente. Sin la participación activa de oferentes y demandantes privados de divisas (que en otras economías son los principales generadores), el tipo de cambio dejó de ser un indicador real de la salud económica y se convirtió en una variable política, sujeta a decisiones administrativas y presiones coyunturales.
Desperdicio del Patrimonio Común: Las divisas petroleras son, en esencia, un patrimonio común de todos los venezolanos. La política de liquidarlas indiscriminadamente para el «provecho de muy pocos» (importadores ineficientes, especuladores, o sectores privilegiados) significó un derroche de riqueza que debió haber sido invertida en el desarrollo sostenible, la diversificación económica y el fortalecimiento de las reservas internacionales para las generaciones futuras. En lugar de ser un fondo de inversión para el futuro, se convirtió en una fuente de liquidez para el consumo importado y la especulación.
Impacto Negativo en la Calidad de Vida y Salarios: Aunque en teoría la divisa barata buscaba mejorar el poder adquisitivo, en la práctica generó una inflación reprimida y escasez. Cuando las divisas no alcanzaban o se asignaban mal, se producían desabastecimientos. Además, al destruir la producción nacional, se eliminaron empleos productivos y se erosionó la base para un crecimiento salarial sostenido. La calidad de vida, en lugar de mejorar, se vio comprometida por la inestabilidad y la dependencia.
Recomendaciones para un Cambio de Política: Fortalecer Reservas y Promover la Productividad Endógena
El camino hacia una economía venezolana próspera y sostenible pasa por un giro radical en la política de divisas. Las recomendaciones se centran en devolver al sector privado su rol de generador de divisas y al Estado su función de regulador y administrador del patrimonio común y no la de vendedor de petrólares. Las siguientes alternativas buscan superar el principio de transferencia irreversible:
Fomento Activo de la Producción y Exportación Privada:
Incentivos a la Exportación No Petrolera: Crear un marco de políticas que recompensen la exportación de bienes y servicios «hechos en Venezuela». Esto incluye facilitar trámites, reducir impuestos a la exportación, ofrecer financiamiento para la reconversión industrial y promover acuerdos comerciales.
Atracción de Inversión Extranjera Directa (IED): Garantizar la seguridad jurídica, estabilidad macroeconómica y reglas claras para los inversionistas extranjeros. La IED no solo trae divisas, sino también tecnología, conocimiento y capacidad productiva, fortaleciendo el tejido empresarial nacional.
Apoyo a PYMES Exportadoras: Las pequeñas y medianas empresas son clave para la diversificación. Programas de capacitación, acceso a mercados internacionales y financiamiento especializado pueden impulsar su capacidad exportadora.
Rol Estratégico del Estado en la Administración de Divisas:
Las Divisas Petroleras para las Reservas Internacionales: Las divisas generadas por PDVSA deben destinarse prioritariamente a fortalecer las reservas internacionales del país. Estas reservas actúan como un colchón de estabilidad, garantizando la capacidad de importación estratégica (medicinas, alimentos básicos, insumos esenciales) y generando confianza en los mercados internacionales.
Creación de un Fondo de Estabilización Macroeconómica: Establecer un fondo soberano (similar al de Noruega o México) alimentado por los excedentes petroleros. Este fondo invertiría en el extranjero, generando rendimientos en divisas, y se utilizaría para estabilizar la economía en períodos de bajos precios del petróleo, evitando la necesidad de liquidar divisas a la ligera en momentos de bonanza.
El FEM, como fondo soberano autónomo, operaría bajo principios de transparencia, rendición de cuentas y priorización estratégica (exportaciones, sustitución de importaciones, innovación tecnológica
Préstamos Retornables a través del Fondo, otorgando divisas a empresas nacionales bajo esquemas condicionados a inversión productiva estratégica en el marco de los Motores Económicos identificados por el Ejecutivo Nacional.
Gasto Público Eficiente y Transparente: El Estado debe financiar su gasto público a través de una reforma fiscal que no dependa solo del petróleo. Las divisas necesarias para las importaciones estatales (por ejemplo, medicinas o equipos de salud) deben obtenerse del mercado cambiario al tipo de cambio de mercado, como lo hacen otros actores.
Desarrollo de un Sistema Financiero Sólido y Transparente: Un sistema financiero robusto que permita la intermediación por la vía del crédito, las transacciones de divisas de forma legal y segura es fundamental. Esto incluye bancos privados que puedan captar y colocar divisas del mercado no petrolero, facilitando las operaciones de comercio exterior sin la necesidad de la intermediación estatal.
Educación Económica y Cultural de la Productividad: Es vital cambiar la mentalidad rentista por una cultura de la productividad y el ahorro. Los ciudadanos deben comprender que la riqueza de un país no reside solo en sus recursos naturales, sino en su capacidad de producir bienes y servicios de valor.
Beneficios del Cambio de Política
La implementación de estas recomendaciones traería beneficios tangibles y sostenibles para Venezuela:
Mejora de la Calidad de Vida: Un mercado cambiario estable reduce la inflación y la incertidumbre, lo que se traduce en un mayor poder adquisitivo real para los ciudadanos.
Aumento de Salarios: Al reactivarse la producción nacional, se generarán empleos de calidad y bien remunerados, aumentando los salarios de manera sostenible y no artificial.
Mayor Productividad y Diversificación Endógena: La eliminación de distorsiones incentivará la inversión en sectores no petroleros, impulsando la producción local y reduciendo la dependencia de las importaciones (sustitución).
Fortalecimiento de las Reservas Internacionales: Una gestión prudente de las divisas petroleras y el crecimiento de las exportaciones privadas asegurarán un colchón robusto para enfrentar contingencias y generar confianza en los mercados.
Fin de la Corrupción Cambiaria: Al eliminar la discrecionalidad en la asignación de divisas, se cerrarán las puertas a la corrupción y el parasitismo económico.
En definitiva, la crítica a la política histórica de asignación de divisas en Venezuela no es solo un reproche al pasado, sino un llamado urgente a transformar un modelo económico leonino que perdura desde inicios de la Industria Petrolera venezolana hasta nuestros días.
Es hora de que el patrimonio común de divisas petroleras sea resguardado y administrado estratégicamente para el beneficio de todos, mientras que el sector privado asume el rol protagónico en la generación de divisas, construyendo así un país más productivo, estable y próspero para sus ciudadanos.
Para cualquiera asesoría, participación en foros nacionales e internacionales (virtual o presencial) comuníquese por el correo: admin@poli-data.com
El argumento de que «el Estado venezolano está en la obligación de liquidar o emitir todos los dólares que genera para los importadores» es una falacia que ignora la estructura fundamental de generación de divisas en la mayoría de las economías desarrolladas y emergentes.
En naciones como Estados Unidos, Alemania, Canadá, México, Colombia, Brasil, Chile o Perú, la vasta mayoría de las divisas que circulan en la economía son generadas directamente por el sector privado. Cuando una empresa privada en Alemania exporta un automóvil, recibe euros por esa venta, pero esa transacción es un reflejo de la divisa (dólares, yenes, etc.) que ingresó al país. De manera similar, una empresa colombiana que exporta café recibe dólares, euros u otra divisa, que luego puede utilizar para importar insumos o reinvertir.
En estos casos, el sector privado genera sus propias divisas y las administra según sus necesidades de importación, inversión o repatriación de ganancias. El Estado, a través de sus bancos centrales, interviene principalmente para regular la liquidez, gestionar la tasa de cambio y mantener la estabilidad macroeconómica, no para «liquidar» todas las divisas que un sector privado ya generó para sus propios fines.
El contraste con Venezuela es dramático:
En Venezuela, el Estado (PDVSA) genera más del 90% de las divisas por exportaciones. Esto significa que la mayor parte de los dólares que ingresan al país están en manos del Estado. Bajo un modelo de control de cambios, el Estado se convierte en el monopolio de las divisas y, por lo tanto, los importadores y otros agentes económicos dependen enteramente de que el Estado liquide o venda esas divisas para que puedan acceder a ellas. Esta concentración de la generación de divisas en el sector estatal es la raíz del problema cambiario en Venezuela, no una práctica común o deseable en otras economías.
En la mayoría de los países comparados, si bien el Estado puede tener empresas importantes, la diversificación de las fuentes de divisas del sector privado es clave. Las exportaciones privadas, la IED y las remesas nutren un mercado cambiario donde las divisas son generadas y transadas directamente por los agentes económicos privados. La intervención del Estado se limita a la regulación, y no a la provisión casi exclusiva de divisas para el funcionamiento de la economía.
La obligación del Estado venezolano de «liquidar» divisas surge precisamente de su rol dominante como el principal (casi único) generador de las mismas. Esto no ocurre en países donde el sector privado es el principal motor exportador y atrae la mayoría de la IED, ya que el sector privado genera sus propios dólares y euros, y los utiliza para sus propias importaciones y operaciones, sin depender en la misma medida de una asignación estatal.
Porcentaje estimado de generación de divisas por Sector (Público vs. Privado)
Como se mencionó anteriormente, obtener porcentajes exactos y desagregados de la generación de divisas por sector (público vs. privado) es extremadamente complejo debido a la falta de datos unificados y la naturaleza dinámica de las economías. Sin embargo, basándonos en el análisis cualitativo y el conocimiento general de estas economías, podemos proporcionar estimaciones y rangos porcentuales que reflejan el peso relativo de cada sector en la generación de divisas por exportaciones y flujos de capital.
Es importante recalcar que estos porcentajes son estimaciones informadas y no cifras oficiales o exactas, y pueden variar significativamente según la metodología de cálculo y el período específico. Sirven para ilustrar la tendencia general y la predominancia de un sector sobre otro en la generación de divisas.
Elaboración propia
Análisis comparativo y desmitificación de la Falacia del «Estado obligado a liquidar dólares»
El equilibrio entre la generación de divisas por parte del sector privado y el Estado varía significativamente entre estos países, lo que refleja sus estructuras económicas y modelos de desarrollo:
Economías con Alta Dependencia Estatal (Venezuela, Arabia Saudita, Rusia):
En estos países, la inmensa mayoría de las divisas provienen de la explotación y exportación de recursos naturales estratégicos, controlados por empresas estatales. En Venezuela, la dependencia del petróleo estatal es casi absoluta, con el Estado generando más del 90% de las divisas de exportación.
En Arabia Saudita y Rusia, si bien existen sectores privados, la magnitud de la generación de divisas por hidrocarburos estatales es abrumadora, superando el 85-90% y el 60-80% respectivamente en las exportaciones clave.
Economías Mixtas con Contribución Estatal Significativa (Colombia, Brasil, Noruega, Chile, México, Argentina):
Aquí, tanto el Estado (a través de empresas estratégicas como Ecopetrol, Petrobras, Equinor, Codelco, o PEMEX) como el sector privado son generadores importantes de divisas. La diversificación económica es mayor, y el sector privado participa activamente en exportaciones agrícolas, manufacturas, servicios y atracción de IED.
En Colombia, el sector privado aporta entre el 60% y el 80% de las divisas. En Brasil, el sector privado contribuye con el 70% al 85%. Noruega presenta un equilibrio notable, con el Estado y el sector privado aportando cada uno entre el 40% y el 60%. En México, el sector privado domina con más del 80%, mientras que en Chile, el sector privado aporta el 60% al 75%. En Argentina, el sector privado también es dominante con el 80% al 90%.
Economías Predominantemente Lideradas por el Sector Privado (Estados Unidos, Alemania, Canadá, Perú -en gran medida-):
En estos países, el motor principal de la generación de divisas es el sector privado. Las exportaciones son altamente diversificadas, la IED es robusta y los gobiernos se centran más en crear un ambiente propicio para los negocios y en acuerdos comerciales, más que en la generación directa de divisas a través de empresas estatales de exportación.
En Estados Unidos, Canadá y Alemania, el sector privado genera más del 95% de las divisas, siendo el Estado un actor marginal en la generación directa. Incluso en Perú, donde la minería es clave, el sector privado domina con el 80% al 90% de la generación.
Referencias Consultadas
Banco Central de Venezuela. (Datos estadísticos y reportes económicos).
Banco de la República (Colombia). (Boletines económicos y balanza de pagos).
Banco Central de Reserva del Perú. (Estadísticas macroeconómicas).
Banco Central de Brasil. (Informes económicos y balanza de pagos).
Fondo Monetario Internacional (FMI). (World Economic Outlook Database, International Financial Statistics).
Banco Mundial. (World Development Indicators).
Organización Mundial del Comercio (OMC). (Estadísticas comerciales).
Administración de Información Energética de EE. UU. (EIA). (Datos de producción y exportación de energía).
Oficina de Análisis Económico de EE. UU. (BEA). (Estadísticas de comercio e inversión).
Trading Economics. (Datos macroeconómicos por país).
World Investment Report (UNCTAD). (Informes sobre Inversión Extranjera Directa).
Banco de México. (Informes de balanza de pagos y remesas).
Banco Central de Noruega (Norges Bank). (Informes sobre el fondo soberano y balanza de pagos).
Saudi Arabian Monetary Authority (SAMA). (Informes anuales y estadísticas).
Banco Central de la República Argentina. (Informes y estadísticas monetarias).
Banco Central de Rusia. (Informes económicos y reservas).
Banco Central de Chile. (Informes de política monetaria y balanza de pagos).
Statistics Canada. (Datos económicos y de comercio).
Deutsche Bundesbank. (Estadísticas financieras y balanza de pagos).
En estos días de navidad y de evaluación de los resultados económicos nacionales e internacionales publiqué un artículo polémico titulado: “¡Un año más, una navidad más! Donde hago alusión a la llegada nuevamente de la navidad con promesas salariales incumplidas.
Pero me encontré en los grupos del WhatsApp a una persona “chavista-madurista”, que en su delirio y celebración porque la CEPAL reconoció que el crecimiento económico de Venezuela para el 2024 alcanzará alrededor de los 6,7%, me atacó con mucha emocionalidad escribiéndome el siguiente mensaje:
“Con todo respeto compañeros. Este señor parece más oposición venezolana que otra cosa. Lo mínimo sería que explicara por qué no es posible aún elevar los salarios. Y como el gobierno compensar está situación con los trabajadores. Es cierto que aún están por debajo del resto de salarios en América latina. Pero la recuperación del poder adquisitivo ha sido invaluable. Es triste ver alguien que habla de las acciones del gobierno y deja de lado las sanciones y el feroz bloqueo que son las principales causantes. Por el contrario deberían estar orgullosos de que la CEPAL reconozca que fue el país que más creció en América Latina en el 2024, el 6,7 % , luego de tener en 2019 una inflación del 386.000 por ciento. Algo que es un gran mérito en si.”
A continuación voy a responder a cada una de sus inquietudes y a su narrativa de “éxito alcanzado” por el gobierno de Nicolás Maduro y sus principales asesores, entre ellos, el diputado Jesús Farías y el Ministro de Planificación, Ricardo Menéndez, a fin de colocar en “el debate económico necesario” varios de mis argumentos y consideraciones que hago desde un enfoque sistémico-complejo y desde una perspectiva postkeynesiana.
2) Mi respuesta profesional a su comentario
Con todo el respeto, es fundamental reconocer que, en términos de análisis económico y social, el crecimiento de la economía no necesariamente implica una mejora en la calidad de vida de la población, y menos aún una reducción de las desigualdades estructurales que afectan a amplios sectores de la sociedad. El crecimiento del 6,7% que menciona la CEPAL, si bien es un dato positivo desde una perspectiva puramente cuantitativa, no refleja una transformación estructural profunda en términos de inclusión social, estabilidad salarial o distribución equitativa de la riqueza.
3) Crecimiento sin inclusión
El crecimiento económico por sí solo no garantiza la mejora de los estándares de vida, sobre todo en contextos donde la distribución del ingreso es altamente desigual. El caso de Venezuela es paradigmático: podemos tener un crecimiento económico debido a ciertos factores externos, como los precios internacionales del petróleo o el incremento de la producción petrolera gracias a la rebaja de algunas de la Medidas Coercitivas Unilaterales en ese sector, pero este crecimiento no necesariamente se traduce en una mejora real del poder adquisitivo de los trabajadores, ni en una reducción significativa de la pobreza o la desigualdad.
4) La renta petrolera persiste como palanca del crecimiento económico
En ese sentido, reconocemos que la producción petrolera aumentó en este año 9%, pasando de 850.000 barriles diarios en 2023 a alrededor del 927.000 barriles diarios (OPEP), gracias al apoyo de China, Rusia e Irán, para reactivar algunos campos petroleros. Como ves, estas cifras indican una tendencia hacia una lenta recuperación, aunque aún muy distante de los niveles de producción alcanzados en el último año de gestión de Hugo Chávez Frías apogeo, cuando Venezuela superaba los 2,7 millones de barriles por día.
Es una noción básica de economía venezolana, que las exportaciones de petróleo han sido históricamente su principal fuente de ingresos; sin embargo, reconocemos que la industria petrolera sufrió un retroceso desde 2017, afectada principalmente por las sanciones impuestas por Estados Unidos contra la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), según lo que afirman las autoridades venezolanas.
A pesar de eso, nos enteramos años después que en ese contexto se ejecutó uno de los casos de corrupción más sonado de la historia económica contemporánea: Pdvsa-Cripto, que hasta la fecha actual, no sabemos cuánto representa en barriles y cuáles son las principales fuentes del desfalco de alrededor de 23.000 millones de dólares.
Pero más allá de eso, insistimos que el uso de la narrativa “triunfo” por el crecimiento económico del 2024, resalta de manera irónica, el hecho de que el crecimiento no ha sido inclusivo, lo cual invita a cuestionar las narrativas oficiales sobre el progreso económico, porque al igual que en la mayoría de los países del mundo, el crecimiento económico del 2024, ha sido en gran medida excluyente, concentrándose en sectores específicos de la economía mientras los sectores más vulnerables se ven marginados.
Veamos porqué digo eso, que suena como un discurso subversivo para muchos lectores e intérpretes del Gobierno actual.
5) La trampa de la desigualdad estructural
Es relevante señalar que el crecimiento que se describe como «positivo» en Venezuela se produce en un contexto de desigualdad estructural que no está siendo abordada de manera efectiva. El aumento del poder adquisitivo que se menciona, es relativo y no debe ser confundido con una mejora sustancial en las condiciones laborales o salariales.
El salario mínimo en Venezuela sigue estando por debajo de los niveles requeridos para cubrir las necesidades básicas de los trabajadores, lo que indica que este «crecimiento» no está acompañado de una verdadera inclusión social. Es un crecimiento desigualmente distribuido, que perpetúa las disparidades sociales.
6) El impacto del bloqueo y las sanciones
Entiendo la preocupación sobre el impacto de las sanciones y el bloqueo, que ciertamente han generado dificultades adicionales para la economía venezolana. Sin embargo, esta situación no puede ser utilizada como excusa para desestimar la necesidad urgente de generar políticas inclusivas y sostenibles. Los países que enfrentan situaciones similares de crisis económica han adoptado enfoques innovadores para mitigar los efectos de las sanciones, buscando alternativas para diversificar sus economías, mejorar la eficiencia de su sector público y crear redes de apoyo internas que ayuden a los ciudadanos a salir de la pobreza.
Preguntémosle a nuestros principales socios China, Rusia e Irán cómo han hecho para crecer e incluir laboralmente a la vez, sacando millones de la pobreza a pesar las agresiones imperiales de EEUU y sus aliados en Europa.
7) La distribución del Producto Interno Bruto: un análisis crítico
Desde el enfoque del ingreso, el Producto Interno Bruto (PIB) d Venezuela está estimado en unos 106 mil millones de dólares, según datos del FMI, muy lejos del punto de inflexión alcanzado con Hugo Chávez Frías al momento de su partida física en 2012 (USD 372.592 millones). Sin embargo, esa cifra refleja un sistema económico donde la distribución de la riqueza es extremadamente desproporcionada.
El análisis de los ingresos agregados muestra que el Estado en la actualidad administra el 12% del total del PIB a través de la recaudación fiscal y aranceles, los empresarios se quedan con un 68% por excedentes de explotación, y los trabajadores, a través de los salarios y remuneraciones, solo reciben el 20% restante. Este patrón de distribución muestra de manera clara los niveles de desigualdad estructural presentes en la economía venezolana, a pesar del susodicho «crecimiento».
En contraste, los países PADI (Países de Alta Distribución de Ingresos a favor de las Remuneración como %PIB) —aquellos que logran distribuir de manera más equitativa los ingresos generados por el PIB— muestran una distribución mucho más favorable a los trabajadores.
En estos países, la remuneración de los empleados supera el 50% del total del ingreso nacional, mientras que los empresarios reciben alrededor del 40% y el Estado solo retiene cerca del 10% para su recaudación fiscal y aranceles. Este modelo no solo genera una mayor equidad social, sino que también fomenta un círculo virtuoso de desarrollo económico inclusivo, en el que los trabajadores, al recibir una mayor porción del PIB, tienen un mayor poder adquisitivo, lo que se traduce en una demanda interna más robusta y, en última instancia, en un crecimiento más sostenido y menos dependiente de factores externos.
Por cierto, nuestra socia China está de cuarta posición entre los primeros 10 países que mejor Distribuyen el PIB a favor de la Remuneración de Empleados (%). ¡Vayan y pregúntenle a los asesores chinos como han logrado eso con 1,4 mil millones de habitantes.
No obstante, los ministros de Planificación y los de Finanzas, junto al Banco Central de Venezuela, con apenas 30 millones de habitantes, de los cuales, 7 millones están afuera, no han logrado aumentar el salario mínimo integral ni siquiera a la mitad de lo que establece el Artículo 91 de la Constitución, algo que sagradamente el líder popular y triunfador Hugo Chávez garantizó durante sus dos gestiones de gobierno como defensor de su propia Constitución.
Hay que recordar, que a partir del 2015 se dejó de pagar a ese nivel, representando en la peor desgracia sufrida por todos los trabajadores, pensionados y jubilados venezolanos en muchos años. Incluso, hoy se vanaglorian del pago de bonificaciones en vez de salarios como si fuera una panacea económica emergente.
Desde mi perspectiva crítica, las políticas neoliberales implementadas desde el año 2019, adoptadas por Maduro, como la liberalización del mercado y la distribución de casi la totalidad de la renta petrolera para importadores sin aumentar las reservas internacionales y constriñendo la liquides monetaria en bolívares, sin aumentar los salarios y pensiones como lo manda la Constitución, han beneficiado a la burguesía local y a los empresarios, pero han exacerbado la pobreza y la desigualdad
8) El papel de la CEPAL y la medición del «crecimiento”
Es importante no caer en la trampa de valorar un crecimiento económico sin tener en cuenta sus consecuencias sociales. La CEPAL reconoce un crecimiento en términos cuantitativos, pero esa métrica no toma en cuenta los efectos desiguales de ese crecimiento en las diferentes clases sociales.
El informe de la CEPAL debería considerarse con un enfoque más holístico que incorpore indicadores de desigualdad, como el índice de Gini, el acceso a servicios básicos, la calidad de los empleos generados y la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo.
9) Reflexión final:
Crecimiento, pero ¿para quién?En resumen, el crecimiento económico que Venezuela experimenta no debe ser tomado como un indicador absoluto de que la situación está mejorando. El país puede estar creciendo en términos macroeconómicos, pero sin una política económica que priorice la inclusión social, la justicia salarial y el acceso equitativo a los recursos, este crecimiento será efímero y generará más desigualdad.
No es suficiente con crecer; se debe crecer de manera inclusiva, generando políticas que promuevan una distribución más justa de la riqueza.